El tiempo y su sabiduría para curar las heridas
Al perder un ser amado, particularmente cuando es una muerte inesperada, es muy doloroso y difícil de procesar. Durante los primeros días posamos incrédulos ante una realidad que simplemente somos incapaces de asimilar. Los días pasan, pero el dolor no disminuye, en ocasiones, al hacernos conscientes de nuestra nueva realidad se acrecienta. Vivir un proceso de duelo, es emocionalmente agotador y después de algunas semanas o meses nos preguntamos ¿cuánto durará este dolor? ¿algún día dejaré de sentirme así?
Anthony Robbins, el famoso escritor y orador motivacional, dice que los seres humanos tendemos a sobreestimar el corto plazo y subestimar el largo plazo. Aunque cuando Anthony Robbins hizo esta reflexión no se refería a la muerte o al duelo, esta frase puede aplicar también a esta situación.
El tiempo, gran aliado
El tiempo nos ayuda a ver en perspectiva situaciones que en el momento somos incapaces de visualizar. Nos permite acomodar nuestros sentimientos y asentar nuestras ideas. Nos ayuda a sanar y a darle un sentido al dolor que estamos sintiendo. No es que el tiempo cure mágicamente todas las heridas, pero el tiempo nos ayuda a encontrar paz y nos enseña a adaptarnos a una nueva realidad.
Adaptarse será clave
En la naturaleza dicen que sobrevive no el más fuerte, sino el que sabe adaptarse mejor a los cambios. Y la pérdida de un ser querido es quizás lo más doloroso que vamos a atravesar a lo largo de nuestra vida. No se trata de ser fuertes y evitar el dolor o fingir que no existe. Se trata de aprender a seguir caminando, a pesar de que esa persona amada ya no esté. Aprender rutinas nuevas, se trata de aprender a sonreír e incluso ser feliz a pesar del dolor. No porque no extrañemos o porque no nos duela, simplemente porque la vida vale la pena vivirse a pesar de los reveses que la vida misma nos dé. Porque existen otras personas que nos aman y que también nosotros amamos. Hijos, amigos, hermanos, nietos. Porque si estamos vivos, es porque todavía tenemos mucho que dar, y porque si estamos vivos, debemos estar agradecidos de tener la oportunidad que otros ya no tienen.
El tiempo es sabio y el tiempo puede ser un gran aliado en aprender a sanar nuestras heridas. En un proceso de duelo, la paciencia es fundamental para cerrar los círculos y poder vivir de nuevo, no sin dolor, conscientes del dolor y de la pérdida pero valientes intentando vivir una vida con sentido, aunque esa persona amada ya no esté con nosotros.